matemáticamente Jueves, 6 marzo 2014

El Loco David, el Cholo Payet y Margaret Thatcher

El 29 de Diciembre de 1984, luego de un partido de la Primera División Inglesa, Kevin Whitton, un miembro de la barra organizada del Chelsea (conocida como The Headhunters), fue arrestado por ocasionar disturbios en las afueras de Stamford Bridge y luego atacar a un barman en un pub de King’s Road.

En el pub, Whitton solo había sujetado a la víctima, mientras otro miembro desconocido de los Headhunters usó un vaso de cerveza roto como si fuera un cuchillo para aplicarle varias puñaladas en la cara.  El barman salvó la vida, pero 11 meses después Whitton fue sentenciado a cadena perpetua por un tribunal inglés.

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Portada del Glagow Herald de Noviembre de 1985. Whitton recibe cadena perpetua

El lugar y el momento equivocado

Whitton, como el “Loco David” y el “Cholo Payet” la noche del 24 de setiembre del 2011 en el Monumental de Ate, había escogido el peor momento y lugar para hacer gala del salvajismo que acostumbraba a ejercer por varios años.

La violencia y los muertos en el fútbol inglés no eran nada nuevo. Desde inicios de la década de los setenta, barras organizadas como el Inter City Firm de West Ham United, The Red Army de Manchester United, The Zulus de Birmingham City o los mencionados Headhunters de Chelsea, entre otros, tornaron a la isla en la vergüenza del balompié mundial.

Para mala fortuna de Whitton, entre el tiempo en que fue encarcelado y sentenciado ocurrieron dos eventos que sellaron su suerte: El 13 de marzo de 1985 en un partido de la Copa F.A., miles de hinchas del club londinense Milwall (los temibles Bushwackers) invadieron la cancha del estadio Kenilworth Road en Luton, ocasionando la peor batalla campal de la que hasta ese entonces se tenía registro en el fútbol inglés.

Todo ocurrió ante la mirada impávida de la televisión y fue portada de todos los diarios al día siguiente. Luego, el 29 de mayo de 1985, 39 hinchas de la Juventus murieron aplastados en Bruselas durante la final de la Copa de Europa que disputaban contra el Liverpool. El evento conocido hoy como la tragedia de Heysel, mostró ante el mundo la cara más macabra y cavernaria del hooliganismo británico.

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Enter the Iron Lady

Estos dos eventos hicieron que la Primera Ministra Margaret Thatcher tomara la decisión política de erradicar la violencia en el fútbol. Para ello formó un War Cabinet, cuyo producto final fue la implementación de la Ley de Espectadores de 1989, una norma que sentó las bases para todos los cambios que hacen hoy de la Liga Premier Inglesa un ejemplo en el control de la violencia. En 1985, sin embargo, el clamor popular necesitaba ponerle rostro a la barbarie hooliganista. La justicia inglesa decidió que ese rostro fuera el del headhunter Kevin Whitton.

Al igual que en Inglaterra, los sucesos del Monumental de Ate que terminaron con la espeluznante muerte de Walter Oyarce fueron la gota que derramó el vaso. La violencia en nuestro fútbol es un asunto de más de dos décadas que ya había reclamado varios muertos. Esta vez, no obstante, el hecho ocurrió en la sección más exclusiva de un recinto deportivo, luego del partido más importante de la primera división y frente a las cámaras de la televisión nacional en vivo. Fue la “Tarata del fútbol”.

«Este no es el comienzo del final, sino el final del comienzo» (Sir Winston Churchill)

El fallo que condenó a 35 años de cárcel a los asesinos de Walter Oyarce, representa un mensaje claro y firme no solo para los que usan el fútbol como una excusa para matar y robar sino también para los racistas y desadaptados que creen que las tribunas de un estadio siguen siendo el espacio de excepción donde pueden ventilar sus patologías.

Foto: El Comercio

Foto: El Comercio

Antes de cantar victoria, sin embargo, hay que tener claro que la sentencia del caso Oyarce, siendo un gran primer paso, nos pone todavía a varios años de la paz en las canchas: precisamente en la Inglaterra de 1985. La diferencia es que junto a la mano severa de los tribunales, Inglaterra implementó una serie de medidas administrativas, policiales y presupuestarias que fueron entendiendo a la violencia en el fútbol como un problema social y no exclusivamente judicial.

En el Perú tenemos las caras de dos asesinos. Pero sólo eso. En Inglaterra de 1985 tenían la cara de Kevin Whitton (y luego a la del Headhunter «Hickey» Hickmot) y, además, también tenían a la Thatcher y a la sólida institucionalidad británica. Nosotros todavía tenemos a Ollanta, jueces que trepan muros y una dirigencia que no pueden armar ni una hoja Excel cuando programa partidos. Ir a un estadio de fútbol sigue siendo una actividad de alto riesgo.