matemáticamente Jueves, 26 junio 2014

Ya se fue Suárez, ahora que se vaya Uruguay (Tres razones por qué)

Esta mañana la FIFA se hizo una y sacó a Luisito Suárez del mundial, suspendiéndolo por nueve fechas. A mi entender, se trata de una decisión apropiada. Nos queda la tranquilidad que se hizo justicia en los tribunales administrativos del ente rector del fútbol mundial. Ahora, para que podamos dejar atrás este bochornoso episodio se me ocurre que debe haber justicia en las canchas. Justicia que será servida con una derrota de Uruguay ante Colombia en el Maracaná este sábado. Aquí las tres razones por qué quiero que los celestes también se vayan de la Copa:

 

1. LA dentellada que quiere echar a perder el mundial

Luego de casi dos semanas de juego, todos coincidían en que se estaba jugando el mejor mundial en décadas en Brasil. El periodista argentino Hernán Casciari lo resume en este tuit:

Como también dice el propio Casciari, algunos queríamos que pasen los años para poder contarle a nuestros nietos la gesta chilena frente al campeón del mundo, la palomita maravillosa de Van Persie, el pique mortal de Robben, el llanto del marfileño, la pintura de partido entre Inglaterra e Italia, la noble e histórica Costa Rica –matador de gigantes–, o el enano prodigio frotando la lámpara en tiempo de descuento frente a Irán.

Entonces apareció un caníbal de las canchas. Ya no podemos hablar sobre la gloriosa celeste y su mística. Nos gustaría elogiar el fervor de un pueblo que cree en una hazaña, 64 años después de escribir la página más asombrosa de la historia del fútbol mundial. Ahora no podremos contar su clasificación en el grupo de la muerte sin hacer referencia a la dentellada traicionera de su número nueve.

Lo de Suárez frente a Italia mancha el espíritu de este mundial fantástico.“Así es el fútbol”, dicen sus defensores. “Los que quieren que suspendan a Suárez nunca han jugado pelota”, comentan los más avispados. “Es fácil impartir lecciones de moral en el fútbol desde un escritorio”, sentencian.

Pero no se trata solamente de que morder a un rival es un acto inmoral, algo inusual en una cancha de fútbol y en la misma dimensión que las agujas de Bilardo o el “bengalazo” del Cóndor Rojas en el Maracaná. No solo es que el delantero uruguayo debería haber sido puesto a disposición de la comisaría más cercana al Estadio de Natal. Se trata de que el affaire Suárez se ha apoderado de las primeras planas y nos ha birlado la posibilidad de por ejemplo, admirar a la impecable Colombia. O de comentar cómo los iraníes se defendieron 90 minutos frente a Argentina sin tirarse al suelo a hacer tiempo y sin matar a patadas a Messi.

Se trata de que el cobarde ataque a Chiellini ha estropeado el mundial del que queremos hablarle a nuestros nietos.

 

2. Tabárez, Lugano y, sí, Pepe Mujica

Ciertamente, nadie espera que un entrenador o sus jugadores critiquen a un compañero que se equivoca en la cancha. Eso es un lujo reservado para los anglosajones sin calle, para futbolistas del primer mundo, y además, violaría el «código de vestuario» que todo futbolista sudamericano observa con el mismo celo que el juramento de sangre de un miembro de la camorra napolitana. Pero Óscar Washington Tabárez y Diego Lugano van más allá, se burlan de la inteligencia de los periodistas e hinchas y postulan teorías que ni Augusto Pinochet ni Fidel Castro se atreverían a concebir ni en su sueño más inverosímil.

Nada le costaba a Tabárez quedarse callado y decir algo como: «no hablo de algo que no he visto». Pero no, él decidió descender al confort del relativismo moral y dijo: «Esto es un campeonato de fútbol, no de moralidad barata».

Acusó a cierta prensa –los británicos, esos antipáticos a los que les gusta joder con ese rollo insufrible del fair play– de ejercer una persecución maligna y trazó la línea divisoria: de un lado estamos los adeptos a la iglesia del fútbol, los que creemos que lo que sucede dentro del rectángulo constituye una realidad alterna donde las leyes de convivencia humana quedan suspendidas y del otro los ingenuos, los que van por la vida pensando que el fútbol debe ser una manifestación de valores como la sana competencia y la estética.

suarez-mordida

Diego Lugano, el capitán uruguayo, tampoco quiso quedarse atrás en el festival de cinismo en el que se convirtió la tienda uruguaya y dijo, sin que le tiemble un solo rizo de la cabellera, que el mordisco no fue más que un forcejeo. Luego remató con la declaración más infeliz de su carrera:

Si salió llorando y alcahueteando así del campo de un compañero de trabajo, como hombre no alcanza los puntos que tiene como jugador. Si lo dijo, es tremendo alcahuete, mala gente y llorón

Chiellini, abundó el defensa charrúa, había violado todos los códigos de vestuario cuando se quejó ante el juez.

Lugano debe saber bien que ese «código» no contempla emprenderla a dentelladas contra un rival y precisamente por eso niega que haya ocurrido. Incluso los más hábiles operadores del juego sucio en la cancha –Lugano es un muy buen ejemplo– saben que los codazos, las patadas o los escupitajos son armas «válidas» dentro de esa retorcida lógica del fútbol que invocan. Morder es un acto de pura cobardía, condenado hasta en un campeonato de reclusos en Lurigancho.

En realidad, no debería sorprender lo de Lugano. Y por si los peruanos hemos olvidado de quién estamos hablando, recordemos:

Ayer, hasta el presidente José Mujica se unió al coro de apañadores, diciendo que él no había visto ninguna mordida:

«No lo elegimos para filósofo, ni para mecánico, ni para que tenga buenos modales; es un excelente jugador»

Es, sin duda, un Uruguay que quiero olvidar. Quiero recordar el Uruguay del penal del «Loco» Abreu, del caballeroso y letal Diego Forlán, o yendo más atrás, la celeste del «Manco» Castro, la del Negro Jefe o la de Luis Cubilla. Mientras más pronto se vaya este Uruguay malero y maquiavélico del mundial, mejor.

 

3. Colombia

La selección colombiana viene escribiendo una de las páginas más hermosas de este mundial. Privados de su estrella máxima, Radamel Falcao, no solo nos han traído el mejor fútbol de Sudamérica en la primera fase, si no que mientras el resto del mundo hablaba sobre las hazañas de Suárez y sus dientes, ellos nos dejaron dos postales durante el partido en el que golearon a Japón:

La primera, la de Faryd Mondragón, el hombre que se convirtió en el jugador con mayor edad en jugar un mundial y a quien el técnico Pekerman hizo entrar faltando 5 minutos. La última vez que Faryd había pisado una cancha en un partido de la Copa del Mundo había sido hace 16 años, cuando Colombia quedó eliminada tras perder con Inglaterra. Aquella vez el arquero no había podido contener las lágrimas de impotencia.

 

La segunda postal se dio al final del mismo partido, cuando sus jugadores Guarín, Cuadrado y Teo Gutiérrez dejaron las celebraciones de la victoria histórica y acudieron a consolar al japonés Nagatomo.

Ese es el mundial del que queremos hablar. Brasil 2014 se lo merece.

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