Republico esta nota escrita en un hotel de Budapest en mayo del 2012,  minutos después del cierre del Congreso 62 de FIFA.

sss. Vía Gentside

Joseph Blatter, presidente de la FIFA desde 1998. Vía Gentside

Juan Carlos Ortecho
INFOS, desde Budapest 

El jueves, el primer ministro húngaro Viktor Orbán cerraba la inauguración del 62 Congreso FIFA en Budapest alabando el espíritu noble del fútbol como la disciplina “que nos enseña todo”. El viernes, el astuto Sepp Blatter consolidó una jugada maestra, demostrando que la política es la disciplina donde se puede todo.

Hace un año en Zurich, nubes negras se cernían sobre el futuro de Blatter y FIFA, producto de las denuncias de corrupción que habían llegado desde todos los flancos amenazando la estabilidad de la gestión del dirigente suizo. Hoy, sus tibias reformas hábilmente presentadas como “iniciativas para un cambio radical y de modernización”, han sido ratificadas por las 208 delegaciones que conforman el pleno del congreso FIFA, con niveles de aprobación que serian la envidia de la Cuba de Castro o el Iraq de Saddam Hussein. Sus opositores más peligrosos y sus rivales políticos han sido puestos fuera de combate, algunos suspendidos indefinidamente como el trinitario Jack Warner o el qatarí Bin Hammann y otros como el nonagenario Joao Havelange y su yerno Ricardo Teixeira, acorralados por denuncias que muchos sospechan el mismo Blatter filtró.

Para obtener el respaldo de todos, sin embargo, Blatter ha tenido que hacer lo que en la política americana se conoce como the ultimate sacrifice: No postulará a una nueva reelección en el 2015. Ajeno a la ola de denuncias que contaminó a todos en FIFA, queda aquel que garantizará una transición hecha a la medida de Blatter: su delfín Michel Platini.

Hungexpo Center, Budapest

Hungexpo Center, Budapest. Foto: Juan Carlos Ortecho

El acto se inició puntualmente a las 9:30 am tal y como estaba programado. Pantallas gigantes propalaron imágenes en alta definición de lo mejor del año 2011 en el mundo del deporte rey. Se pidió un minuto de silencio por aquellos miembros de la familia del fútbol fallecidos en ese período de tiempo, entre ellos el peruano Gianfranco Espejo, ex jugador del Sporting Cristal. Acto seguido, se inició la exposición y debate de los temas puestos a consideración del Comité Ejecutivo y el Pleno.

En realidad, el término “debate” no fue más que un eufemismo, pues el procedimiento consistía en una breve exposición del representante del grupo de trabajo asignado a un determinado tema (por ejemplo, el Comité de Ética, los estados financieros, etc.). En todos los casos una magnífica presentación multimedia apoyaba la exposición. Lo curioso fue la uniformidad de todas estas, como si hubieran sido hechas por la misma persona, sin importar lo variado o disímil del tema tratado. Inmediatamente después de la exposición, Blatter derrochaba elogios al expositor y consultaba si alguien tenía que agregar algo más sobre la materia. Un rápido vistazo de dos segundos ante la masa silenciosa de delegaciones enfundadas en ternos oscuros, y el suizo en el siguiente aliento urgía al pleno a aprobar sin demora el informe o propuesta sometida a voto.

Muchos de los presentes no parecían darle particular interés a la mayoría de los temas y el voto electrónico aprobatorio llegaba en abrumadora mayoría: La votación más baja fue de un porcentaje del 96%, pero casi todos gozaron de un 99% de aprobación. Julio Grondona, el polémico dinosaurio del fútbol argentino, habló con la cadencia y gravedad de dirigente a prueba de cualquier bala. Es desde hace dos décadas el Presidente de la Comisión de Finanzas. Su informe y el presupuesto para el 2013 fueron aprobados por el 99% de las delegaciones. Lo propio sucedió con los informes de los grupos de trabajo de la Revisión de Estatutos, Ética, Transparencia y Código de Conducta y el Mundial 2014. En todos los casos, Blatter felicitaba al orador e instaba al pleno a votar en los siguientes 15 segundos para no dilatar la reunión. «Tenemos una agenda muy apretada» urgía.

Solo en el caso del informe de transparencia invitó a su vicepresidente y aparentemente Presidente Vitalicio desde 1988 de la Real Federación Española, Ángel María Villar. Con voz grave (requisito indispensable para ser expositor en el Congreso de Blatter, quien es la excepción junto con su secretario Jerome Valcke) instó al pleno a darle el respaldo al informe, y a diferencia de Sepp, no tuvo la cortesía de consultar si alguien solicitaba tomar la palabra. 15 segundos después, el informe de transparencia y el nuevo código de conducta recibieron el 99% de aprobación.

Finalmente, fue el turno de Mark Pieth, el abogado suizo convocado para presidir un Comité de Gobernabilidad Independiente con el fin de dar recomendaciones en materia de reforma y corrupción y a quien el destacado periodista argentino Ezequiel Fernández Moores identificó en su columna del diario La Nación como «El hombre que confía en Blatter». Al final de su discurso invocó al Pleno a «no dejar pasar esta gran oportunidad y tener el coraje de hacer lo correcto. Las generaciones siguientes de la familia del fútbol se lo agradecerán» .

El informe Pieth, entre otras cosas, ha recomendado dividir el Comité de Ética en dos: un órgano que investigue y otro que sancione, y recomendó la designación de una mujer por primera vez al poderoso Comité Ejecutivo. El Pleno aprobó estas medidas, otra vez por aplastante mayoría. Pero la recomendación más importante no fue sometida a voto: que los salarios de los miembros del Comité Ejecutivo sean de conocimiento público y el establecimiento de límites en el cargo y en la edad.

Manos sucias. Vía SBWBP

Manos sucias. Vía SBWBP

Durante todo el evento, la sensación imperante fue que todos estos temas ya habían sido discutidos y acordados en la trastienda de los grupos de trabajo y en los hoteles cinco estrellas donde la FIFA acomoda a los miembros de su familia. Este día en el Centro de Convenciones Hungexpo de Budapest parecía corresponder al mero formalismo y especialmente, al show unipersonal del pequeño hombre suizo que mece la cuna del fútbol mundial desde 1998. Una vez concluida la ceremonia, proclamó sonriente y desafiante: «La FIFA está fortalecida, La FIFA está unida y resolvemos nuestros problemas dentro de casa». Y finalizó su jugada política maestra anunciando a la primera mujer miembro del Comité Ejecutivo: la Presidenta de la Federación de Burundi, Lydia Nsekera. Solo quedaba espacio para el aplauso.

Apostados al fondo del recinto, los periodistas acreditados seguimos con atención los acontecimientos. Muchos de ellos destacados por agencias de noticias, quienes enviaban la información de lo que ahí ocurría en tiempo real. Forman una curiosa logia estos cronistas: se conocen muy bien entre ellos y muestran desconfianza y frialdad frente a cualquier advenedizo o desconocido, como el autor de esta nota, por ejemplo. Estaban Andrew Warshaw, de Inside Football, Mike Collett de Reuters y Graham Dunbar de AP, entre otros, tecleando furiosamente sin despegar los ojos de su ordenador y susurrando entre ellos cada cierto tiempo. Algunos estaban ausentes: Andrew Jennings de la BBC, Jens Weinreich y Jean Francois Tanda, vetados por FIFA luego de publicar investigaciones que documentan la corrupción en el seno de la organización.

Hubo un momento en el delirio unipersonal de Blatter en el que habló sobre los disparos desde el punto penal para definir partidos como una traición al espíritu del fútbol, «El fútbol no es uno contra uno, los penales traicionan su naturaleza de equipo, democrática», bramó. Acto seguido instó a Franz Beckenbauer, presidente del grupo de trabajo «Fútbol 2014» a buscar una solución alternativa a la definición por penales. El sector de prensa inmediatamente soltó vía redes sociales la nueva: «Blatter quiere abolir los disparos de punto penal». Minutos después y por única vez en el día, el suizo apuntó hacia el fondo del recinto: «A la gente de los medios, ¿porqué confunden a los aficionados?, yo no he dicho que quiero abolir los penales, solo quiero una solución de equipo a los partidos de fútbol». Los periodistas nos miramos sin entender nada. Ni la explicación de Blatter, ni mucho menos cómo hacía el suizo para poder leer el twitter mientras daba su discurso.

Fue la única instancia en la que se habló de fútbol. Lo demás fue política pura y dura, volanteada por la mano hábil del pequeño hombre de Valais, Suiza: Joseph «Sepp» Blatter.